ANTES DE TOCAR FONDO
Reconocer sus faltas o pecados cometidos, no es algo que le agrade a la mayoría de personas, por eso cuando los cometen, tratan de tapar a toda costa con mentiras, engaños o falsedades, hundiéndose de esa manera más y más en las profundidades del abismo. Cuando las faltas o pecados ya no son sostenibles, solo entonces, las personas toman la decisión de arrepentiste y pedir perdón, tal como ocurrió con el hijo pródigo: “Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo”.” Lucas 15:21 NTV.
El hijo menor, pidió la parte de su herencia a su padre. Al hacer esto, en ese momento no se dio cuenta de que estaba pecando en contra de su padre, por eso, una vez que se le dio la parte de su herencia, la tomó, y se marchó de casa a recorrer el mundo. No pasó mucho tiempo antes de que se gastara toda la herencia, hasta quedarse sin nada, razón por la cual acabó cuidando cerdos a cambio de un plato de comida. El cuidar cerdos era un trabajo prohibido para los judíos en ese entonces. Al permitir todo esto, la meta del Señor era que el descarriado descendiera hasta abajo del todo. Sabía que el hijo tendría que llegar al fin de sí mismo, y que nunca levantaría los ojos a menos que hubiera tocado fondo. El hombre si no cae a lo más profundo, no entra en sí, sino que sigue en esa vida de maldad y pecado.
Una vez que cayó a lo más profundo, el hijo menor entró en sí, se dio cuenta de que había obrado mal y había pecado contra su padre. Solo en ese momento el hijo prodigo decidió volver a casa y pedir a su padre que le recibiera, no como hijo, sino como uno de los que estaban en el nivel más bajo. El hijo volvió a casa; y su padre no le dejó decir todo lo que le había pensado decir como muestra de su arrepentimiento. El amor de Dios puede vencer la estupidez humana, las circunstancias que tantas veces influyen para mal, y hasta la consciente rebeldía del corazón. Porque Dios es amor, no se resigna a perder lo que ama, sino que busca y espera que se arrepientan de sus rebeliones, y se alegra con gozo inefable y glorioso cuando recupera lo que se le había perdido.
En ocasiones, nuestro arrepentimiento puede ser demasiado tarde, por eso, no debemos esperar hasta caer a lo más profundo para arrepentirnos de nuestras faltas y pecados. Mientras tengamos oportunidad y antes de que se agraven las cosas en nuestra vida, reconozcamos nuestras ofensas y pecados cometidos en contra de nuestros padres, familiares, amigos, vecinos o conocidos. Y lo más importante, es reconocer nuestros pecados delante de Dios Padre, y mostremos un arrepentimiento genuino de todo lo malo que hayamos hecho, para alcanzar su perdón, y la restauración de nuestra relación con Él.